«Presidenta» y «sirvienta» | A propósito de dos sofismas lingüísticos
“En cuanto a la lógica formal,
sus silogismos más bien sirven para explicar a otros las cosas ya
sabidas, que
para aprender”.
Renatus Cartesius (1596-1650)
Esta columna tiene por objeto, primero, intentar hacer perecer la
equivocada forma gramatical «presidenta» en la que medios y columnistas a
menudo se encuentran incursos y, segundo, desmentir el sofisma lingüístico que
para defender el error formuló Fundéu BBVA (Fundación
del Español Urgente). A continuación el porqué de ambos disparates.
Un participio se define como una forma no personal de un verbo que
admite tanto cualidades de género como de número y cuya terminación es «–ado» o
«–ido» (para el caso masculino) o «–ada» o «–ida» (para el caso femenino).
Ejemplo: «La casa ha sido ‘construida’» (femenino) o «El edificio ha sido
‘construido’» (masculino). Así mismo: 1. «He ‘llegado’, ‘trabajado’ o
‘acertado’» (verbos regulares: el vocablo se conjuga sin alterar su raíz) 2.
«He ‘escrito’, ‘dicho’ o ‘hecho’» (verbos irregulares: el vocablo se conjuga
alterando su raíz).
Los participios, sin embargo, se dividen en activos y pasivos. Son
pasivos cuando la forma verbal que se maneja es regular (terminación «–ado» o
«–ido») o irregular (cualquier otra terminación), como en los ejemplos antes
expuestos. Son activos cuando la forma no personal del verbo termina en «–nte»
para denotar capacidad de ejecutar la acción que expresa el verbo del que
deriva y, por lo mismo, no admite distinción de género. Ejemplos: «cantante»
(de quien canta), «estudiante» (de quien estudia), «amante» (de quien ama),
«asistente» (de quien asiste), «gobernante» (de quien gobierna) y «gerente» (de
quien gerencia). Del mismo modo en que no decimos «el cantanto» ni «el gerento»
tampoco «la cantanta» ni «la gerenta». Decimos «la cantante», «la estudiante»,
«la amante», «la asistente», «la gobernante», «la gerente» y, por lo mismo,
también «la presidente» (de quien –así como canta, estudia, ama, asiste,
gobierna o gerencia– preside).
Fundéu BBVA, sin embargo, argumenta que la terminación «–nte» no
siempre se usa para denotar capacidad de ejercer la acción de la que deriva. Por supuesto que la terminación «–nte» no es exclusiva de los participios activos, pues a lo largo de la historia muchos presentes del latín
tomaron la forma de adjetivos y preposiciones («alarmante» o «permanente» y
«mediante» o «durante», por ejemplo). Pero una cosa nada tiene que ver con la otra, porque ni los adjetivos ni las
preposiciones son participios activos y estos sí tienen un uso exclusivo: denotar capacidad para ejercer la acción de la que deriva la terminación
«–nte», la cual no admite género masculino ni femenino, excepción hecha de
«gobernanta», porque no se hace alusión verbal sino nominal, es decir, no hace alusión a quien gobierna, sino a la mujer que tiene a su cargo una
casa u hogar. Ahora bien, si se desea hacer lo mismo con «presidenta», tendríamos que acuñar la heteronimia «presidento», o no estaríamos siendo coherentes.
Explicaciones como las que ofrece Fundéu BBVA son totalmente inválidas y las que aducen la "evolución del idioma" sofismas cojos de juicio gramatical (la evolución de «agora» a «ahora», por ejemplo, nada tiene que ver con evolucionar hacia disparates).
En el caso en mención, la explicación de Fundéu BBVA, por cómo concluye, (recordemos el lenguaje refleja rasgos de la personalidad), pareciera haber sido redactada por: (a) una mujer o por (b) un o una feminista. “Nada en la morfología histórica de nuestra lengua impide que las palabras que se forman con este componente («–nte») tengan una forma para el género femenino”. Mientras con esta frase pareciera establecer una defensa del género femenino, aquí viene la confesión feminista: “Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran, explícitamente, expresar que las mujeres presiden”.
En el caso en mención, la explicación de Fundéu BBVA, por cómo concluye, (recordemos el lenguaje refleja rasgos de la personalidad), pareciera haber sido redactada por: (a) una mujer o por (b) un o una feminista. “Nada en la morfología histórica de nuestra lengua impide que las palabras que se forman con este componente («–nte») tengan una forma para el género femenino”. Mientras con esta frase pareciera establecer una defensa del género femenino, aquí viene la confesión feminista: “Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran, explícitamente, expresar que las mujeres presiden”.
¿De modo que, para decir «presidento», solo haría falta que
existieran hombres que presidan y hablantes que lo quieran hacer explícito más
allá del artículo gramatical «el»? En otras palabras, bastaría con que
existieran machistas o quienes sintiéndose oprimidos por el sexo opuesto crean
que la reivindicación o la igualdad descansa en la imposición del género a través del idioma, disparatadamente. El fanatismo conduce a la confusión: no distinguen gramática y lenguaje. El lenguaje sí puede, a todas luces e insistentemente, ser machista ("Mi señora" o "Mi mujer", por ejemplo, pues ninguna mujer dice "Mi señor" o "Mi hombre"), pero no la gramática. El paso que lleva el feminismo en el mundo conduciría primero al desprestigio de la Real Academia Española (RAE) que a una transformación social.
Cuando decimos que una mujer «preside», tanto si queremos como si
no, por obligación de nuestra lengua debemos indicarlo, es decir, hacerlo explícito bajo el artículo
gramatical «la». En él quedará siempre explícita la indicación de género. El resto, son caprichos. El argumento expuesto por quienquiera haya elaborado la explicación
es absurdo, además de inválido, pero permite entrever un prejuicio como motor
de acción para semejante sofisma lingüístico: un feminismo que confunde una cosa con otra.
Pocos advierten la razón que el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) de la RAE y
la Nueva
Gramática de la Lengua Española (NGLE) ofrecen para emplear el
participio activo «presidenta»: el uso mayoritario que nace de la falsa
necesidad de exaltar el género más allá del artículo gramatical cuando del más
alto cargo de gobierno se trata. Es el único motivo (cultural, no gramatical). De ahí que el
diccionario de la Real AcademiaEspañola cuente
como definición para «presidente» “Jefa de Estado” y que el Diccionario Panhispánico de Dudas de la misma entidad remita a la palabra «presidente» cuando
se busca el femenino «presidenta».
Tanto para «presidenta» como para «sirvienta» y demás usos femeninos o masculinos gramaticalmente infundados, el asunto tiene su origen en una confusión cultural común: asociar la terminación «–nte» con el género masculino o femenino, respectivamente, porque la inmensa mayoría de presidentes son hombres y la inmensa mayoría de sirvientes mujeres, pero, ¿qué tiene que ver una cosa con otra? Que el grueso mayoritario de presidentes sean hombres no hace al vocablo masculino como tampoco al segundo femenino. ¿Qué hombre se molesta por que le digan el «pianista», el «artista» o el «periodista» y no el «pianisto», el «artisto» o el «periodisto»? Ninguno. La única razón que tendría para indignarse sería un complejo personal. ¿Como el de no pocas feministas?
Los participios activos no tienen sexo, razón por la cual quedo eximido de un prejuicio también muy común: ser catalogado como ´machista´ por defender la integridad gramatical del idioma.
Tanto para «presidenta» como para «sirvienta» y demás usos femeninos o masculinos gramaticalmente infundados, el asunto tiene su origen en una confusión cultural común: asociar la terminación «–nte» con el género masculino o femenino, respectivamente, porque la inmensa mayoría de presidentes son hombres y la inmensa mayoría de sirvientes mujeres, pero, ¿qué tiene que ver una cosa con otra? Que el grueso mayoritario de presidentes sean hombres no hace al vocablo masculino como tampoco al segundo femenino. ¿Qué hombre se molesta por que le digan el «pianista», el «artista» o el «periodista» y no el «pianisto», el «artisto» o el «periodisto»? Ninguno. La única razón que tendría para indignarse sería un complejo personal. ¿Como el de no pocas feministas?
Los participios activos no tienen sexo, razón por la cual quedo eximido de un prejuicio también muy común: ser catalogado como ´machista´ por defender la integridad gramatical del idioma.
Colofón: Recomiendo la columna Colombianos y
colombianas: ¿ridículos y ridículas? del escritor y periodista colombiano Héctor Abad
Faciolince.
David, Excelente tu blog, tus artículos son muy interesantes, seguiré escudriñando tan buen material que nos ofreces. Felicidades y gracias por tan valioso aporte
ReplyDeleteFeliz vida!!!
Gracias, Alex. Muchos saludos.
DeleteSiempre me desagradaron esos cambios de presidente a presidenta, etc. cuando se trata del cargo como tal que en ningún momento posee género, y es válido que lo ocupe cualquiera de los dos géneros, incluso los de orientación diferente. De esta forma, los transgéneros pedirán una vocal especial para referirse a ellos (!)
ReplyDelete¡Tenéis toda la razón! Y un lúcido sentido del humor, además.
DeleteCordial saludo.
Clarísimo. Ahora, atención, pues de pronto algún(a) feministo(a) te acusa de machisto. :-)
ReplyDelete¡Fantástico!
ReplyDeletePerdone mi ignorancia ¿quiere esto decir que llevo toda mi vida utilizando erróneamente la palabra sirvienta? ¿Debería decir la sirviente?
ReplyDeleteCorrecto.
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